"Elegir la lectura, dice John Ruskin, es tan necesario, tan vital, como elegir los alimentos". Por ello, lo verdaderamente importante de un buen libro es que después de entrar en casa del lector, este lo lea y relea para que sus sustancias, sus esencias penetren en la psique del mismo y eche raíces y frutos. Para que esto sea una realidad es condición que exista en el autor ese anhelo por compartir su riqueza intrínseca con el lector, y que este tenga sus campos íntimos bien preparados para sembrarla y cultivarla. El propio escritor va cosechando y acrecentando esa fortuna en las simas más y menos profundas de su ser para su bien personal y para el de los demás. J.A. Albertini logra a la perfección, con su libro "Siempre en el entonces. Dos noveletas y ocho cuentos", esa seducción, esa atracción excepcional, emocionante y revitalizadora sobre sus lectores.
Esa atracción magnética, absorbente, a la que me refiero, es la que debe producir siempre la palabra escrita al ser leída. Si, por el contrario, no es causa de ese hechizo literario, de ese foco que nos sugiere ideas, de esas meditaciones siempre convenientes, de esa fuente de pensamientos que nutre nuestro intelecto, nuestros pasos, nuestras relaciones, en definitiva, nuestra vida… ¿para qué sirve, pues, lo escrito? "Los libros me enseñaron a pensar, manifiesta Ricardo León, y el pensamiento me hizo libre".
"Siempre en el entonces. Dos noveletas y ocho cuentos" es una obra literaria digna de ser leída y releída cuantas más veces mejor, porque el poder narrativo de Albertini nos hace reflexionar, percibir y sentir sensaciones nunca advertidas, nunca experimentadas. Nos hace vivir o revivir una vida de rosas y espinos.
Como pórtico de entrada a esta obra tan sumamente enriquecedora del escritor santaclareño, hay un bello poema de Juan Cueto-Roig titulado "Mejor los patios". Tras ello, el autor cubano, afincado en Miami, nos narra pormenorizadamente sus "dos noveletas y sus ocho cuentos" con un vocabulario rico y diáfano.
Página a página el autor, con esa magia narrativa característica de los grandes creadores, nos acerca y nos introduce en su propio huerto, que él cultiva con sapiencia y ternura, y cuyos frutos se los da al lector de hoy y de mañana para que los saboreen y obtengan las semillas que algunos plantarán en sus propias almunias.
De "Siempre en el entonces. Dos noveletas y ocho cuentos" puedo decir que son narraciones de corte idealista, elaborada, siguiendo la estructura de los relatos de Juan Rulfo, Ernest Hemingway, Alice Monroe, entre otros. Sus argumentos son variados: la génesis de la vida, las evocaciones oprimidas o dominadas, las consecuencias de los actos de los seres humanos y el amor, pero ese amor que galopa hasta el final.
En dicha obra, el autor despliega, con suma exquisitez literaria, las intervenciones de los distintos personajes y describe la vida de los mismos con inaudita minuciosidad.
La Dra. Hannelore Hahn, relevante profesora universitaria y sumamente versada en la cultura de países hispanoparlantes escribe: "Las obras de J.A. Albertini no son retratos de ilusiones, sino mensajes de esperanza idealista que se traducen en realidades objetivas que son tristes, dramáticas y amargas, pero, sobre todo, llenas de vida".
La narrativa de J.A. Albertini sobresale por la riqueza de su léxico, su excelente descripción de los personajes, su perfecto acabado formal, su extensa cultura que atrae poderosamente. Su narrativa es, pues, un firmamento infinito, con grandes astros que mantienen inmutable su posición en el transcurso de los siglos. El autor muestra objetividad y sensibilidad mezcladas con los valores recibidos.
Estamos, por tanto, ante un bello y radiante libro, una obra de orfebrería literaria que a cualquier buen lector le ha de impactar y atraer.
Lola Benítez Molina
Málaga (España)